- Haciendo rodeo a lomos de un fiero... avestruz (teníais que haber visto la cara del avestruz).
- Colgado como un salchichón de una cuerda sobre el río Zambezi 110 metros por debajo de un puente enfrente de las cataratas Victoria.
- Haciéndole saber, no muy convencido la verdad, a un sacerdote brahmin lo atractivo de su bigote durante un apretón de manos incómodamente largo ante la mirada divertida de Helena y la mirada, no tan divertida, de la mujer del brahmin y de un par de monos que pasaban por alli (¿qué queréis? me sentía obligado, ehhhhh, tras decirme él que yo tenía unos ojos muy bonitos).
- Con los enormes colmillos y el careto de mala baba de un tiburón blanco a 5 cm de mis narices en Gansbaai, Sudáfrica
- Rodando ladera abajo dentro de una enorme pelota de plástico atado de pies y manos con un indio pirado riendo histéricamente enfrente mío.
- Con una pitón enroscada al cuello mientras Ángel mueve la cabeza delante mío con el típico gesto de "si es que no le puedo dejar sólo".
- Apartando cucarachas y otros bichos desagradables que corretean por la encimera mientras cocino carne de kanguro en la "Casa de los Horrores" de Sydney (y el sitio este, desafortunadamente nuestro alojamiento durante 5 días, bien merece una entrada).
- Buceando con "caraculo" y "carapoya" en Zanzibar. No, no son los nombres de bonitos peces de colores, es como se llamaban mútuamente los tanzanos que teníamos como guías, los cuales, por cierto, no hablaban ninguna otra palabra en español (y que posiblemente tienen algún tipo de record mundial en cuanto a ratio de destruccion de coral per capita).
- Mirando acojonado junto al conductor del rickshaw a una vaca corriendo frenéticamente hacia nosotros en direccion opuesta al tráfico en Benares.
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