jueves, 28 de octubre de 2010

Cuenca minera, borracha y dinamitera

La verdad es que estaría francamente agradecido si Sole dejase de flirtear con el hombre de la cicatriz en la mejilla y los tres dedos en la mano derecha. En realidad, por mí, se pueden meter juntitos a intimar en uno de los barracones que atestan la ladera de la montaña y dejarse de gilipolleces, siempre y cuando, claro, se lleven consigo el paquetito que Sole dejó en mis manos para sacarme una foto. Supongo que no me debería inquietar, la mecha es considerablemente larga y la apenas perceptible llama avanza muy lentamente. Debe de ser la falta de costumbre, la última vez que puse las zarpas sobre nitroglicerina mezclada con nitrato de amonio, mezcla también denominada dinamita, con un cordelito chisporroteante adosado, fue hace... a ver déjame que haga memoria... huuummmm... pues debía de ser muy pequeño, o estar borracho, porque no me acuerdo. Y si no fuera porque Sole, amablemente, me acaba de informar de que la cantidad que tengo entre manos sería suficiente para separarme la cabeza unos veinte metros del cuerpo (y no soy médico pero estoy casi casi seguro de que eso es bastante malo para la salud, hasta incluso peor que el tabaco) pues sacaría el smartphone del bolsillo y me acabaría tranquilamente el Sudoku que tengo a medias. Sin embargo, para ser sincero, estoy ligeramente nervioso. Es lo que tiene haberse criado en tiempos de paz, se inquieta uno por cualquier chuminada. Generación de maricones y nenazas sin redaños que diría Reverte.

Sonrío al pensar en la cara de gilipollas que debo de tener con el dichoso paquetito en las manos, en posición de sacerdote haciendo una ofrenda a Osiris y con la cabeza ligeramente ladeada, con los ojos medio cerrados, pestañeando, como si eso fuera a proteger las córneas, o la masa encefálica. Pasa un grupo de mineros que me saludan alegremente, como si llevara en las manos un ramo de flores. Bueno, sospecho que eso provocaría algún que otro ceño fruncido y más de un cuchicheo. Bujarrón irredento, que diría Reverte (me refiero al macho Reverte, no a Javier).

Unas horas antes habíamos hecho acopio de provisiones en una de las muchas tiendecitas para mineros que se pueden encontrar al pie de la montaña abasteciéndonos de todo lo necesario para la visita a la mina:

- Buenos días Celita, ¿cómo estamos hoy?
- Hola Sole, ya pensé que no ibas a venir esta mañana. Pues bien, hija, aquí estamos.
- ¿Y tu marido?¿Cómo está Pancho?
- Ay, pues sigue de baja, ya sabes... lo de la pierna.
- Vaya no se ha mejorado.
- No chica no, ¿lo de siempre verdad? (mientras va colocando una bolsa de hojas de coca sobre el mostrador y una botella de limonada de dos litros) ¿algo de güisqui minero? (agarrando una botella transparente que pone "ALCOHOL POTABLE 96%" en grandes letras azules).
- Sí, y dame un poquito de dinamita anda (tras lo que Celia coge un cartucho de una especie de plastilina y una bolsita de plastico con bolitas blancas de una caja situada entre las cebollas y el papel higiénico).

La dinamita me cuesta la friolera de 15 bolivianos (unos dos dólares), que viene a ser el precio de una botella de Potosina (cerveza local) de 630 ml en una casa de comidas. Las hojas de coca , al igual que la limonada y el güisqui, son para regalar a los mineros. La coca, desde tiempo inmemorial, forma parte de la cultura de estas regiones de Sudamérica, por todas partes se puede observar gente, especialmente aquellos, como mineros y campesinos, que desempeñan los trabajos más duros, masticando las pequeñas hojas. Las hojas van soltando su jugo y, a medida que se te duerme la lengua y el carrillo, te invade una sensación de euforia, te olvidas del cansancio, pierdes el apetito y se te pasa el mal de altura.

Tanto durante el surrealista diálogo descrito más arriba como durante las horas que seguirían en la visita a una de las minas de Potosí me viene a la cabeza una tonadilla de mis años de instituto:

En vez de pico, metralleta
en vez de casco, un embudo
lo que más nos divierte
es dar patadas en el culo.
Cuenca minera
borracha y dinamitera.
Estamos lobotomizados
ya tenemos cruzaos los cables
somos violentos de cuidado
y maldecimos sólo en bable.
Cuenca minera
borracha y dinamitera.
Cuenca minera
borracha y dinamitera.
Cuenca minera como una regadera.

Ni siquiera la estricnina
nos divierte en esta mina
pero qué bien sienta en los pulmones
el grisú a borbotones.
Cuenca minera
borracha y dinamitera.

Mira la ruleta rusa
y los duelos a primera sangre
son juegos para marujas
son para muertos de hambre.
Cuenca minera
borracha y dinamitera.
Cuenca minera
borracha y dinamitera.
cuenca minera como una regadera.

Nos bebemos mil cervezas
porque aquí ya no hay mujeres
en medio del tiroteo
que hay entre langreo y mieres.
Nos damos todos de hostias
y el que así se muera pierde.
Porno duro y carbón
maricón el que no juegue.
Cuenca minera
borracha y dinamitera.
Cuenca minera
borracha y dinamitera.
Cuenca minera como una regadera.

Siniestro Total

(Continuará... quizás)


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